miércoles, 16 de noviembre de 2011

Palabras de José Pulido a Gustavo Dudamel en el bautizo del libro La sinfonía del barrio


Palabras para Gustavo Dudamel
José Pulido

Ver a Gustavo Dudamel ensayando y dirigiendo es como estar en un túnel del tiempo, porque en sus gestos se mezclan y se liberan, de modo simultáneo, el niño, el adolescente y el joven, haciendo de la música una emoción que nunca se termina.
Cuando me preguntaron si quería escribir un libro sobre Gustavo Dudamel me sentí afortunado porque un libro que hable de ese artista tiene garantizados los lectores. El es como un imán que atrae gente. Si el libro lo están buscando y leyendo con afán hoy en día, el mérito es de Gustavo Dudamel.
He escuchado las historias de su vida y las he contado porque él ha edificado un escenario nuevo. Sin embargo no sabía qué decir esta noche; no sabía qué agregar a la montaña de sentimientos que la fe y el amor ha movido hacia este libro que es un pequeño homenaje para un artista excepcional.
Es tan joven y ya tiene una especie de biografía me han dicho y yo he respondido: es tan joven y ya mueve el mundo. El es un maestro de 30 años que tiene 24 años  convirtiendo en venezolanos a Mahler, a Vivaldi, a Chaikovski, a Beethoven, a Mozart, a Ravel y a todos esos señores inimaginables.
Este libro es un reconocimiento también para el Sistema de Orquestas y para la música primordial que mantiene despierto y jubiloso a Gustavo: la que agregan a su existencia Eloísa Maturén y Martín Dudamel Maturén.

Y hablando de nombres, hay uno que a cada rato conmueve mi corazón como si yo hubiese conocido al portador: Honorio. El abuelo Honorio. El supo ver, desde un principio, lo que hoy nos asombra.  El amó a su nieto con tanto fervor y lo apoyó con tanta fuerza desinteresada, que sin saberlo ni pretenderlo, transformó la historia de la música venezolana desde el volante rústico de una gandola.
La amorosa tenacidad y la nobleza de la abuela Engracia hicieron el resto. Esa dama barquisimetana es la mejor inspiración que pueden tener los abuelos de hoy y de mañana.
Oscar Honorio y Solange, los padres de Gustavo, dos seres gentiles y amorosos, iluminaron siempre a su hijo y ellos me motivaron para escribir el inicio de todo.  Ya notaron que el libro se lo he dedicado a José Antonio Abreu, el artífice. El es un realizador de sueños. El es el gran responsable de que el mundo aplauda y quiera tanto a ese muchacho.
Gustavo Dudamel se ha pasado toda la vida mezclando su cuerpo y su espíritu con la música. Desde que comenzó a caminar y a decir sus primeras palabras se ha bañado en el mar de composiciones que han legado a la humanidad los creadores inmortales.  El es un hombre hecho de música, es decir: hecho de cultura, de amor, de fantasía, de tradiciones y autenticidad.
El es un artista original y algo más. El figura entre los doscientos directores más trascendentes que la historia de la música resguarda para que jamás se conviertan en un leve recuerdo. El es buen nieto, buen hijo, buen esposo, buen padre, buen amigo, buen compañero y algo más.
Gustavo Dudamel es un camino abierto para que las juventudes no se pierdan en incertidumbres.
A veces uno se siente atrapado por el miedo, pensando que los jóvenes de esta época violenta y sin piedad serán arrastrados y avasallados por un deslave que se los llevará hacia la muerte prematura, hacia la desesperanza y la desmoralización. Porque para ellos hay tantos obstáculos que no pueden ver el futuro.
Cada semana mueren decenas de jóvenes que jamás sabrán por qué Shakespeare era tan fabuloso; mueren o matan en menos que canta un gallo, sin saborear las especias sonoras que hay en Mozart o en Vivaldi; sin ninguna percepción del hermoso país que existe en Salvador Garmendia, por decir un caso; en Eugenio Montejo, por decir otro caso. Viven fugazmente sin saber que son ciudadanos de una Venezuela donde las artes han tocado más de una vez la bóveda celeste.
Uno se frustra y se entristece viendo tantos jóvenes que encallan en la morgue o en el infierno de las cárceles. Y por eso es que no resulta demagógico ni es una muestra de adulancia decir que Gustavo Dudamel es el ejemplo más decente y libre, más transparente y amplio que tienen los muchachos venezolanos para avanzar por un camino distinto y hacer que el futuro muestre sus promesas.
Gustavo Dudamel ha demostrado que se pueden hacer cosas que benefician a todo el país desde la cultura de la vida y de la paz; el dirige las mejores pasiones de la música, pero también está dirigiendo nuestras ilusiones con su ejemplo de artista titánico y humilde.
Cuando entrevistaba en Barquisimeto a sus familiares y a sus amigos, sentí que  los niños habían escogido un vocero para decirnos cómo deberíamos actuar para transformar y mejorar el país, para cambiarnos a nosotros mismos en personas más positivas y auténticas. Ese vocero era un niño llamado Gustavo Dudamel.
Desde muy chiquitico asumió el arte con la importancia que el arte tiene; le dio a la amistad y a la solidaridad la importancia que tienen.  Amó el
país como una gran casa que alberga una sola familia.
Los niños nos han dado una lección a través de Gustavo y de todos los otros niños que se formaron con su generación.  Nos enseñaron que los niños responden al amor, a la fraternidad, responden al ser tomados en cuenta y responden positivamente al ser respetados desde el embarazo, desde la cuna. Eso es lo que nos ha estado diciendo Dudamel desde la sublime estatura que ha alcanzado.
La verdad es que estoy orgulloso de los libros que he escrito, pero este, en particular es muy importante para mi, porque forma parte de la gran historia que es hoy por hoy la música venezolana, gracias al Sistema de orquestas, gracias a la epopeya del maestro Abreu y gracias al talento infinito de Gustavo Dudamel y de todos los demás niños y jóvenes que agarran un instrumento y lo convierten en parte de sus existencias y en remedio para cualquier mal espiritual

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